sábado, 1 de diciembre de 2012



Terrorismo: Violencia y muerte
Los ataques surgieron en el gobierno de Belaunde, pero tuvo su apogeo en el 1° gobierno de Alan García.
Manuel Hijar Quintana acababa de retirar un dinero en el Banco de Crédito de la av. Larco de Miraflores, en el momento que salía del banco ocurrió la explosión del coche bomba que se encontraba cerca del lugar.
El ataque anterior que dejó 25 muertos y más de 100 heridos fue parte de la ola de violencia producida por el grupo terrorista  “Sendero Luminoso”. El terrorismo es considerado “gobierno del terror”, al provocar consecuencias devastadoras para los ciudadanos peruanos.
Estas revoluciones y ataques se iniciaron el 17 de mayo de 1980 en las elecciones generales peruanas, ya que un grupo perteneciente a Sendero Luminoso protestó quemando las ánforas en el distrito de Chuschi – Puno.
Los ataques fueron constantes ya que estos grupos tenían como objetivos separar a la población de la autoridad y destruir las jerarquizaciones políticas. Aunque principalmente su ideología fue buena, en el camino tuvo trabas y desviaciones que llevaron a tantas pérdidas humanas.
La matanza de Lucanamarca es un ejemplo desastroso, esta masacre se produjo porque el grupo terrorista quiso dar una “sanción ejemplar” al pueblo. Los asesinaron con hachas y machetes, con disparos a corta distancia, algunos también fueron quemados con agua hirviendo. No tuvieron compasión de nadie, mataron desde un bebé de 6 meses de edad hasta ancianos de 70 a 80 años.
Estas matanzas en Lucanamarca-Ayacucho, junto con los atentados con coches bombas y las varias muertes de campesinos y militares, ocasionaron que el gobierno de Alan García (1985-1990) declare “Toque de queda” con el que se prohibía de algunas libertades a los peruanos.
La violencia duró 14 años, a pesar que la captura del líder de este grupo, Abimael Guzmán, se dio en 1992. Esto se debe a que en 1994 recién se vuelve a la normalidad y se da un crecimiento económico sin precedentes.



SEMBLANZA
Una política inmemorable
Por el año 1974 nació una mujer que poco a poco mostraría su gran interés y dedicación por el partido Aprista.
Tenía 8 años cuando junto a su padre caminaba por la av. Alfonso Ugarte, Mechita como le decían de cariño a Mercedes Cabanillas, se mostraba entusiasmada con el globo que tenía en su mano e ingresaba con una sonrisa en los labios a “La casa del Pueblo”, donde era partidario su padre.
Meche nació el 22 de Mayo de 1974 en el Callao, en el seno de una familia donde el único aprista fue su padre quien pronto le inculcó este sentimiento a la pequeña Meche. Ella fue la única que siguió a su padre en la política ya que a sus hermanos no les interesaba mucho inmiscuirse en ese mundo.
A pesar que vivía en el Callao, estudió la secundaria en el colegio Rosa de Santa María donde hizo buenas amistades y luego se daba unas escapadas a la salida del colegio para ir a escuchar a Víctor Raúl.
Pero recién a los 14 años inició su militancia en el Partido Aprista Peruano, donde fue forjando su vocación por enseñar y donde también aprendió a ser una lideresa que luego se desarrollaría eficazmente.
En el año 1971 ingresó a la Universidad Nacional Federico Villarreal a estudiar Educación y en el año 1978 estudió Cooperativismo, donde realizó su postgrado.
Posteriormente se casó con Luis Llanos de la Mata y tuvieron dos hijos, los cuales ahora son grandes profesionales y laboran en el extranjero. Gracias a ellos se convirtió en abuela de dos niños.
Fue Ministra de Educación en 1987, convirtiéndose en la primera mujer en ocupar un cargo ministerial en la historia peruana. Para el año 1995, el partido Aprista la presentó como candidata presidencial, pero no logró los votos necesarios.
Luego en el año 2000 desarrolló su labor como congresista y en el año 2009 se desempeñó como Ministra del Interior. Actualmente se desempeña como docente en su alma mater y disfruta sus momentos libres viajando al interior del país en compañía de sus amigas cercanas.
También le gusta sembrar hortalizas y plantas ornamentales en su jardín y leer libros de política. En cuanto a sus hijos, tampoco se inmiscuyen en política ya que están dedicados a sus profesiones y Mercedes sabe respetar sus decisiones.

viernes, 16 de noviembre de 2012


VENERADOS ANCIANOS

Se encontraba en una silla de ruedas, triste, con una mirada perdida. Solo levantaba la cabeza nos miraba y corrían unas lágrimas por su mejilla, estas eran las reacciones de Ediberto, un anciano alojado en un albergue de San Juan de Lurigancho, que se emocionaba al ver que lo visitaban.

Este albergue está ubicado en el Jirón las Gaminídes 350 S.J.L. y aloja a 7 ancianos que necesitan tratamientos. Ellos reciben visitas de su familia los fines de semana, pero esto no es suficiente para llenar el vacío y la tristeza que sienten porque los extrañan.

sábado, 27 de octubre de 2012

Emma Zunz
Aarón Loewenthal era, para todos, un hombre serio; para sus pocos íntimos, un avaro. Vivía en los altos de la fábrica, solo. Establecido en el desmantelado arrabal, temía a los ladrones; en el patio de la fábrica había un gran perro y en el cajón de su escritorio, nadie lo ignoraba, un revólver. Había llorado con decoro, el año anterior, la inesperada muerte de su mujer - ¡una Gauss, que le trajo una buena dote! -, pero el dinero era su verdadera pasión. Con íntimo bochorno se sabía menos apto para ganarlo que para conservarlo. Era muy religioso; creía tener con el Señor un pacto secreto, que lo eximía de obrar bien, a trueque de oraciones y devociones. Calvo, corpulento, enlutado, de quevedos ahumados y barba rubia, esperaba de pie, junto a la ventana, el informe confidencial de la obrera Zunz.
El catorce de enero de 1922, Emma Zunz, al volver de la fábrica de tejidos Tarbuch y Loewenthal, halló en el fondo del zaguán una carta, fechada en el Brasil, por la que supo que su padre había muerto. La engañaron, a primera vista, el sello y el sobre; luego, la inquietó la letra desconocida. Nueve diez líneas borroneadas querían colmar la hoja; Emma leyó que el señor Maier había ingerido por error una fuerte dosis de veronal y había fallecido el tres del corriente en el hospital de Bagé. Un compañero de pensión de su padre firmaba la noticia, un tal Fein o Fain, de Río Grande, que no podía saber que se dirigía a la hija del muerto.
En la creciente oscuridad, Emma lloró hasta el fin de aquel día del suicidio de Manuel Maier, que en los antiguos días felices fue Emanuel Zunz. Recordó veraneos en una chacra, cerca de Gualeguay, recordó (trató de recordar) a su madre, recordó la casita de Lanús que les remataron, recordó los amarillos losanges de una ventana, recordó el auto de prisión, el oprobio, recordó los anónimos con el suelto sobre "el desfalco del cajero", recordó (pero eso jamás lo olvidaba) que su padre, la última noche, le había jurado que el ladrón era Loewenthal. Loewenthal, Aarón Loewenthal, antes gerente de la fábrica y ahora uno de los dueños. Emma, desde 1916, guardaba el secreto. A nadie se lo había revelado, ni siquiera a su mejor amiga, Elsa Urstein. Quizá rehuía la profana incredulidad; quizá creía que el secreto era un vínculo entre ella y el ausente. Loewenthal no sabía que ella sabía; Emma Zunz derivaba de ese hecho ínfimo un sentimiento de poder.
Emma dejó caer el papel. Su primera impresión fue de malestar en el vientre y en las rodillas; luego de ciega culpa, de irrealidad, de frío, de temor; luego, quiso ya estar en el día siguiente. Acto continuo comprendió que esa voluntad era inútil porque la muerte de su padre era lo único que había sucedido en el mundo, y seguiría sucediendo sin fin. Recogió el papel y se fue a su cuarto. Furtivamente lo guardó en un cajón, como si de algún modo ya conociera los hechos ulteriores. Ya había empezado a vislumbrarlos, tal vez; ya era la que sería.
El sábado, la impaciencia la despertó. La impaciencia, no la inquietud, y el singular alivio de estar en aquel día, por fin. Ya no tenía que tramar y que imaginar; dentro de algunas horas alcanzaría la simplicidad de los hechos. Leyó en La Prensa que el Nordstjärnan, de Malmö, zarparía esa noche del dique 3; llamó por teléfono a Loewenthal, insinuó que deseaba comunicar, sin que lo supieran las otras, algo sobre la huelga y prometió pasar por el escritorio, al oscurecer. Le temblaba la voz; el temblor convenía a una delatora. Ningún otro hecho memorable ocurrió esa mañana. Emma trabajó hasta las doce y fijó con Elsa y con Perla Kronfuss los pormenores del paseo del domingo. Se acostó después de almorzar y recapituló, cerrados los ojos, el plan que había tramado. Pensó que la etapa final sería menos horrible que la primera y que le depararía, sin duda, el sabor de la victoria y de la justicia. De pronto, alarmada, se levantó y corrió al cajón de la cómoda. Lo abrió; debajo del retrato de Milton Sills, donde la había dejado la antenoche, estaba la carta de Fain. Nadie podía haberla visto; la empezó a leer y la rompió.
No durmió aquella noche, y cuando la primera luz definió el rectángulo de la ventana, ya estaba perfecto su plan. Procuró que ese día, que le pareció interminable, fuera como los otros. Había en la fábrica rumores de huelga; Emma se declaró, como siempre, contra toda violencia. A las seis, concluido el trabajo, fue con Elsa a un club de mujeres, que tiene gimnasio y pileta. Se inscribieron; tuvo que repetir y deletrear su nombre y su apellido, tuvo que festejar las bromas vulgares que comentan la revisación. Con Elsa y con la menor de las Kronfuss discutió a qué cinematógrafo irían el domingo a la tarde. Luego, se habló de novios y nadie esperó que Emma hablara. En abril cumpliría diecinueve años, pero los hombres le inspiraban, aún, un temor casi patológico... De vuelta, preparó una sopa de tapioca y unas legumbres, comió temprano, se acostó y se obligó a dormir. Así, laborioso y trivial, pasó el viernes quince, la víspera.
Las cosas no ocurrieron como había previsto Emma Zunz. Desde la madrugada anterior, ella se había soñado muchas veces, dirigiendo el firme revólver, forzando al miserable a confesar la miserable culpa y exponiendo la intrépida estratagema que permitiría a la Justicia de Dios triunfar de la justicia humana. (No por temor, sino por ser un instrumento de la Justicia, ella no quería ser castigada.) Luego, un solo balazo en mitad del pecho rubricaría la suerte de Loewenthal. Pero las cosas no ocurrieron así.
Ante Aarón Loewenthal, más que la urgencia de vengar a su padre, Emma sintió la de castigar el ultraje padecido por ello. No podía no matarlo, después de esa minuciosa deshonra. Tampoco tenía tiempo que perder en teatralerías. Sentada, tímida, pidió excusas a Loewenthal, invocó (a fuer de delatora) las obligaciones de la lealtad, pronunció algunos nombres, dio a entender otros y se cortó como si la venciera el temor. Logró que Loewenthal saliera a buscar una copa de agua. Cuando éste, incrédulo de tales aspavientos, pero indulgente, volvió del comedor, Emma ya había sacado del cajón el pesado revólver. Apretó el gatillo dos veces. El considerable cuerpo se desplomó como si los estampidos y el humo lo hubieran roto, el vaso de agua se rompió, la cara la miró con asombro y cólera, la boca de la cara la injurió en español y en ídisch. Las malas palabras no cejaban; Emma tuvo que hacer fuego otra vez. En el patio, el perro encadenado rompió a ladrar, y una efusión de brusca sangre manó de los labios obscenos y manchó la barba y la ropa. Emma inició la acusación que había preparado ("He vengado a mi padre y no me podrán castigar..."), pero no la acabó, porque el señor Loewenthal ya había muerto. No supo nunca si alcanzó a comprender.
¿En aquel tiempo fuera del tiempo, en aquel desorden perplejo de sensaciones inconexas y atroces, pensó Emma Zunz una sola vez en el muerto que motivaba el sacrificio? Yo tengo para mí que pensó una vez y que en ese momento peligró su desesperado propósito. Pensó (no pudo no pensar) que su padre le había hecho a su madre la cosa horrible que a ella ahora le hacían. Lo pensó con débil asombro y se refugió, en seguida, en el vértigo. El hombre, sueco o finlandés, no hablaba español; fue una herramienta para Emma como ésta lo fue para él, pero ella sirvió para el goce y él para la justicia.
Los ladridos tirantes le recordaron que no podía, aún, descansar. Desordenó el diván, desabrochó el saco del cadáver, le quitó los quevedos salpicados y los dejó sobre el fichero. Luego tomó el teléfono y repitió lo que tantas veces repetiría, con esas y con otras palabras: Ha ocurrido una cosa que es increíble... El señor Loewenthal me hizo venir con el pretexto de la huelga... Abusó de mí, lo maté...
Referir con alguna realidad los hechos de esa tarde sería difícil y quizá improcedente. Un atributo de lo infernal es la irrealidad, un atributo que parece mitigar sus terrores y que los agrava tal vez. ¿Cómo hacer verosímil una acción en la que casi no creyó quien la ejecutaba, cómo recuperar ese breve caos que hoy la memoria de Emma Zunz repudia y confunde? Emma vivía por Almagro, en la calle Liniers; nos consta que esa tarde fue al puerto. Acaso en el infame Paseo de Julio se vio multiplicada en espejos, publicada por luces y desnudada por los ojos hambrientos, pero más razonable es conjeturar que al principio erró, inadvertida, por la indiferente recova... Entró en dos o tres bares, vio la rutina o los manejos de otras mujeres. Dio al fin con hombres del Nordstjärnan. De uno, muy joven, temió que le inspirara alguna ternura y optó por otro, quizá más bajo que ella y grosero, para que la pureza del horror no fuera mitigada. El hombre la condujo a una puerta y después a un turbio zaguán y después a una escalera tortuosa y después a un vestíbulo (en el que había una vidriera con losanges idénticos a los de la casa en Lanús) y después a un pasillo y después a una puerta que se cerró. Los hechos graves están fuera del tiempo, ya porque en ellos el pasado inmediato queda como tronchado del porvenir, ya porque no parecen consecutivas las partes que los forman.
Cuando se quedó sola, Emma no abrió en seguida los ojos. En la mesa de luz estaba el dinero que había dejado el hombre: Emma se incorporó y lo rompió como antes había roto la carta. Romper dinero es una impiedad, como tirar el pan; Emma se arrepintió, apenas lo hizo. Un acto de soberbia y en aquel día... El temor se perdió en la tristeza de su cuerpo, en el asco. El asco y la tristeza la encadenaban, pero Emma lentamente se levantó y procedió a vestirse. En el cuarto no quedaban colores vivos; el último crepúsculo se agravaba. Emma pudo salir sin que lo advirtieran; en la esquina subió a un Lacroze, que iba al oeste. Eligió, conforme a su plan, el asiento más delantero, para que no le vieran la cara. Quizá le confortó verificar, en el insípido trajín de las calles, que lo acaecido no había contaminado las cosas. Viajó por barrios decrecientes y opacos, viéndolos y olvidándolos en el acto, y se apeó en una de las bocacalles de Warnes. Paradójicamente su fatiga venía a ser una fuerza, pues la obligaba a concentrarse en los pormenores de la aventura y le ocultaba el fondo y el fin.
La vio empujar la verja (que él había entornado a propósito) y cruzar el patio sombrío. La vio hacer un pequeño rodeo cuando el perro atado ladró. Los labios de Emma se atareaban como los de quien reza en voz baja; cansados, repetían la sentencia que el señor Loewenthal oiría antes de morir.

sábado, 6 de octubre de 2012



UNO DE LOS CERROS MÁS POPULOSOS

El cerro que concentra más gente en “Semana Santa”, es sin duda “El San Cristóbal”, por la tradición que tiene la población de recorrer cada estación y así pedir un deseo en cada cruz, a la vez que le sirve de penitencia la larga caminata.
En los alrededores de este se puede observar abundantes comerciantes que infestan el trayecto con comida, cerámicas, bebidas y alguna novedad que quieran ofertar. Así se vuelve más dinámico el recorrido hasta la cruz.
El cerro “San Cristóbal” se ubica en el límite del Rímac y San Juan de Lurigancho. A pesar que el significado histórico de la cruz en este cerro sea una burla de los españoles hacia los indígenas en el siglo XV, la población la venera fielmente llegando hacia ella cada año.
Fieles en el camino a la cruz
La primera estación se inicia en el Rímac, los fieles “pagan” sus pecados subiendo las empinadas escaleras y a pesar del cansancio no se rinden hasta llegar a la siguiente estación, el deseo lo vale. Además pueden adquirir una bebida helada, que abunda por el camino, para calmar la sed.
El sol irradia sus rayos desde temprano para hacerles más difícil el trayecto a los devotos, pero esto no es impedimento para ellos que continúen. Niños, jóvenes  y hasta ancianos suben por la pista de este cerro, mientras otros intrépidos “cortan camino” por un lado del cerro, arriesgándose a rodar por él.
Antes de llegar a la cúspide hay una feria de curanderos de Puno, que te ofrecen hacer una “limpia”, venderte pequeñas casas, hoteles o dinero.En fin lo que quisieras tener para pedir a la cruz que te lo conceda.
A pesar de la gran cantidad de gente que hay en la cúspide y no haya espacio para prender una vela aunque sea en el piso (debido  que tienen que esperar que se consuma por completo para que se cumpla su deseo), la misma población seguirá subiendo cada año el cerro para pedir por sus anhelos y los de su familia .

viernes, 28 de septiembre de 2012

EFUSIVA
MERCEDES CABANILLAS HABLA FIRME Y ARREMETE CON TODO
Está política nos brinda fuertes comentarios hacia la ministra Salas y la esposa del presidente, Nadine.

La ex congresista, Mercedes Cabanillas, nos permite conocer un poco más de su vida personal y nos comenta acerca de los ámbitos que acontece nuestro país. Uno de los temas más interesantes, es la crítica que realiza a la Primera Dama, Nadine Heredia.

Referente al tema de la ley de Reforma Magisterial,  la política afirma que hubiesen modificado o ampliado el proyecto de Ley, pero se ha dado marcha atrás. No se ejecuta una Ley buena que busca por mérito propio de los docentes, estimularlos y bonificarlos económicamente.

“Lo que ha hecho la ministra de educación, Patricia Salas, es no acatar la Ley, es ponerse por encima de ésta. Toda autoridad debe acatar la Ley mientras esté vigente, ahí hay una falta muy grave de la ministra”, manifestó Mercedes Cabanillas.

Por otro lado, declaró también deberían aumentarles el sueldo a los catedráticos universitarios, pedir un reajuste remunerativo sin realizar huelgas. Cuando era representante de la FENDUP, Federación Nacional de Docentes Universitarios,  trabajó la ley de reincorporación de docentes en los años 90.
Respecto al uso del avión presidencial por la Primera Dama, comentó: “Que seas esposa de un presidente no te transforma la vida de un momento a otro, porque el elector elige al candidato, no al candidato y a la esposa. Fue un error que usara el avión presidencial”.

En el primer año de gobierno del presidente Humala en el marco económico ha continuado un modelo que garantiza el crecimiento de la economía. En el aspecto familiar  Cabanillas criticó: “Una mujer debe valer por sus propios méritos, no colgarse del saco de un político para ascender”.

En cuanto al indulto del ex presidente Fujimori está de acuerdo en que se le debería otorgar el indulto por más que haya cometido varios errores, ya que no se puede vivir con ese odio para siempre a pesar que en aquel gobierno se perseguía al APRA.

CASO BAGUA
 “Los responsables de las muertes en Bagua son los grupos radicales y reservistas que emboscaron a la policía, mientras ésta cumplía su misión, previa declaratoria de emergencia. También participaron ronderos sumamente radicales, miembros de frentes regionales y sectores de maestros radicales”,  acotó la ex ministra.
El informe en el que la acusaban penalmente por esos hechos no se aprobó ya que fue en minoría y el de mayoría no ubicaba el ámbito penal porque no le corresponde a una autoridad. En su opinión es una lógica equivocada ya que los ministros actuales y anteriores, de defensa y del interior, estarían purgando imputaciones penales.

ENTORNO PERSONAL
En sus tiempos libres que mayormente los sábados y domingos, realiza actividad física, viaja al interior del país con amigas y familiares ya que le gusta la naturaleza y caminar por el campo. Pero lo que más disfruta es cultivar plantas y árboles de diferentes especies, y leer libros sobre todo de política.
Tiene dos hijos profesionales que trabajan en el extranjero y algunas quincenas la vienen a visitar. Ellos nos son políticos ni han sido formados en eso, ya que Cabanillas ha respetado sus posiciones y no los ha incentivado en eso. Como en su caso, que sólo ella es la única política de su familia junto a su anciano padre.
 “En el año 95 mi partido estaba en una situación muy difícil, pero yo asumí el reto de representar a mi partido como candidata presidencial, a pesar que fue muy angustiante lo hice con mucho orgullo y entrega. Ahora hay muchos cuadros en mi partido para ser candidato y cada quien asume su rol en su momento”,  expresó Mercedes Cabanillas.